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COLABORARON EN EL DESARROLLO DEL CULTO PEPI MARTINEZ PRESENTANDOLO Y ORANDO PONIENDOLO TODO EN MANOS DEL ESPIRITU SANTO. (SALMO, 127)
JOAQUIN LOPEZ PIDIO Y ORO POR LA OFRENDA DANDO GRACIAS.
ADELA MANJON INTRODUJO LA PALABRA. (JUAN, 12:49-50)
ANA GOMEZ NOS DESPIDIO DANDO GRACIAS A DIOS POR TODO.
PILAR COMPARTIO CON NOSOTRO LO SIGUIENTE: JESUS NUESTRO FIEL AMIGO. QUE MARAVILLOSO ES CRISTO EN NUESTRA VIDA. EL LLEVO NUESTRO DOLOR. ¿ESTAS DEBIL O CARGADO? SI TIENES FALTA DE AMOR O TIENES TEMOR, JESUCRISTO ES NUESTRO AMIGO ESTAS PROMESAS NOS MOSTRÓ. EL NOS MANDA QUE LLEVEMOS TODO AL PADRE EN ORACIÓN ¿VIVE EL HOMBRE DESPROVISTO DE PAZ, GOZO Y SANTO AMOR?, ¿TE EESPRECIARON TUS AMIGOS, LAS PERSONAS QUE AMAS? CUENTASELO A DIOS EN ORACION, A JESUS REFUGIO ETERNO, DISELO EN ORACION. EL MURIO POR NUESTROS PECADOS, EL CASTIGO DE SU PUEBLO. EN SU MUERTE EL SUFRIO. EL REINO DE LOS CIELOS SE ACERCA NO TENEMOS NECESIDAD DE LAMPARA DE LUZ, NI DE LA LUZ DEL SOL. PORQUE DIOS EL SEÑOR NOS ILUMINA POR LOS SIGLOS DELOS SIGLOS. AMEN.
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DIERON TESTIMONIO PARA LA GLORIA DE DIOS IGNACIO MARTINEZ DE LO QUE ESTA ESPERIMENTANDO AL UNIRSE AL EQUIPO QUE ESTA EVANGELIZANDO EN ALCALA DE LOS GAZULES DONDE DIOS LO ESTA BENDICIENDO JUNTO CON LOS DEMAS HERMANOS, Y MARIANA VARGAS DIO TESTIMONIO DE CONVERSIONES EN LA EVANGELIZACION EN LA CARCEL.
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Domingo, 12 de Junio de 2.011
EL GRANDE SERA VUESTRO SERVIDOR Y EL PRIMERO SERA EL SERVIDOR DE TODOS. Parte II.
Marcos, 10:42-44 ; Lucas 10:25-37
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Nos dice la escritura que había un hombre que buscaba el agrado de Jesús, quien vino a él, haciéndole una pregunta en mente: ¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna? Puesto que Jesús conocía su necesidad de Dios, lo confronta y le contesta con otra pregunta: ¿Qué es lo que está escrito en la ley, qué es lo que has leído? Y aquel hombre, que conocía bien la ley, puesto que era un estudioso de la ley, sabía que aparte de amar a Dios con todo el corazón y con todas sus fuerzas, debía amar también su prójimo. Este hombre tenía la respuesta correcta, pero él no hacía lo que era correcto. Así que quería que Jesús lo aprobara por lo que sabía. Tal vez pensó que lo único importante era amar a Dios y no tener problemas con ninguna persona. Sin embargo, Jesús le dice que no es necesario solamente saber, sino demostrar con la vida. Así que tratando de justificarse, puesto que sabía que estaba mal, pregunta: Bueno, y ¿quién es mi prójimo?
Así que Jesús narró una historia:
Hace mucho tiempo una persona iba camino hacia Jericó. Era un día como otro cualquiera y sin duda que su propósito tendría que ver con su trabajo, o su familia. Pero yendo por el camino, este hombre fue sorprendido por ladrones, quienes no solo le robaron todo cuanto tenía, sino que lo golpearon de tal modo que lo dejaron tirado en aquel camino, casi muerto. Y allí estaba aquel hombre sin poder levantarse, gravemente herido, tirado en el camino.
Y este hombre trataba de reponerse, intentando una y otra vez levantarse, pero no podía, puesto que no tenía ya fuerzas. Y no había quien le ayudara. De repente pasó un servidor religioso, que tal vez tendría una reunión importante en el templo, y al verlo, pensando que no tenía nada que ver con aquel asunto, se pasó de largo. Mientras tanto, aquel hombre continuaba tirado y herido en el camino, sin poder levantarse.
Paso así mismo otro funcionario de la ley, quien al verlo, hizo lo mismo que el anterior. Estos dos hombres no querían tener nada que ver con lo que había pasado. No era asunto suyo. Tendrá que arreglárselas él solo. No era su culpa. Así que no hicieron nada.
Entonces aquel hombre, herido y sin fuerzas pensaba que tal vez quedaría muerto en aquel camino a causa de los golpes que aquellos ladrones le habían dado. Puesto que nadie le ayudaba.
Pero en aquel momento en que menos lo esperaba, pasó cabalgando un hombre a quien siempre había considerado su enemigo. Durante mucho tiempo, judíos y samaritanos se veían unos a otros como enemigos declarados. Y aquel samaritano no era como aquel judío, no pensaba como aquel judío, y a causa de ello trató de hacerle la vida difícil, de ignorarlo y de odiarlo simplemente por ser un samaritano.
Y cuando aquel judío miró que se acercaba el samaritano, pensó: Oh, Señor, ahora si que estoy acabado. Si los que eran mis amigos, aquellos que me conocen, me dieron la espalda, que puedo esperar yo de este hombre. Ahora si que aprovechará esta oportunidad y me destruirá.
Pero este hombre estaba muy equivocado. Pues, su enemigo declarado, bajó de su caballo. Se acercó preocupado a ver la condición de aquel judío y tuvo misericordia. Tenía motivos suficientes para dejar a un lado aquel hombre, ignorarlo como lo había hecho muchas veces con él mismo; pero hubo algo sorprendente en su corazón que le movió a servir a aquel judío. Tuvo misericordia. Y la mejor definición de misericordia, es precisamente amor inmerecido en acción. Este samaritano tenía motivos suficientes para sentir nada por aquel hombre, quizás solo pudo haber tenido lástima, solo buenas intenciones. Pero este hombre mostró amor. Estuvo dispuesto a servir a alguien que tal vez no lo merecía.
Y ¿qué fue lo que hizo?
Le lavó sus heridas. Un judío no podía siquiera saludar a un samaritano, ni tocarle. Mas este samaritano tomó su vino para limpiar sus heridas y le ungió con su aceite para calmar su dolor. Así que humanamente, bien pudo pensar que había hecho ya suficiente con ayudar a aquel judío. -Ya hice lo que pude, seguramente habrá alguien que lo ayude.
Mas este hombre lo subió también a su caballo y lo llevó hasta un mesón. Y que forma tan hermosa de servir. No lo metió en un cuarto y lo dejó allí para irse a descansar aparte, sino que toda aquella noche cuidó de él. Estuvo despierto al pendiente, procurando el bienestar de este judío. Seguramente este samaritano llegaría tarde a su trabajo o quizás hubo alguien en casa que se quedó preocupado por no haber llegado. Tal vez ni siquiera su familia estaría de acuerdo en servir a un judío. Pero este hombre tenía misericordia.
Al amanecer del día siguiente, antes de partir, no solo había ya pagado la estancia y el alimento, sino que además dio dinero al encargado para que lo cuidara con esmero, y aun si hacía falta algo más lo pagaría cuando él volviera.
Hay tres cosas que quiero que destaquemos de este relato:
1. Cada día es una oportunidad para servir.
Aquel samaritano no iba camino en busca de una persona a quien ayudar. El tomo su camino como cualquier día normal de trabajo de su vida cotidiana. El no caminaba pensando que era un buen día para cumplir con la buena obra del día de hoy. Simplemente atendió una oportunidad de servir.
Cada día tu y yo tenemos esta misma oportunidad. Tal vez piensas que esto signifique hacer algo grande en favor de los necesitados. Pero no se trata de eso. Cada día nos podemos ver en nuestro camino con personas que al igual que este judío tienen grandes necesidades. Cada día es una oportunidad de mostrar amor a los demás.
No tienes que ir precisamente a África o las Sierras. A tu alrededor hay gente que necesita consuelo, que necesita ánimos, que necesita una sonrisa, gente sola que necesita misericordia. Tal vez haya alguien que necesite algo que nosotros podemos proveerle, incluso hay gente que tan solo necesita alguien que le escuche, alguien que ore por ella. Cada día es una oportunidad de servir.
2. Servir implica salir de nuestra comodidad.
Una de las razones por las cuales a la gente hoy en día le resulta tan difícil servir es a causa de que no queremos cambiar nuestra comodidad.
Los líderes religiosos de esta parábola pensaron que sus ocupaciones eran más importantes que la oportunidad de servir a uno de los suyos. Servir a aquel judío implicaba tiempo, legar tarde a una reunión, cambiar su agenda. Pero esto no fue importante para el buen samaritano. No tomó como excusa sus múltiples ocupaciones, y ni siquiera los prejuicios sociales ni las diferencias culturales, ni religiosas. Aquel hombre estuvo dispuesto a ocupar de su tiempo, de su esfuerzo, de sus ocupaciones, incluso de sus propios recursos. Ante sus ojos aquel judío fue mas importante que su tiempo y su dinero.
Tal vez tu pienses que no tiene suficientes cosas para servir a alguien. Tal vez tu pienses que no es alguien importante para ayudar. Pero allí donde estás, quizás tu trabajo, quizás escuela, quizás en su vecindario, hay alguien que necesita de ti. Y no necesito precisamente dejar mi trabajo, no necesito dejar mi familia. Solamente necesito cambiar mi manera de ver las cosas y las personas. Pensar que esa persona es importante, igual que yo.
3. Servir nos hace grandes.
Uno de los mayores obstáculos con los que se vive hoy en día es el querer ser más que los demás. El pensamiento del mundo actual es que la grandeza de una persona consiste en que los demás nos sirvan. Si puedes pagar por ser servido se es alguien importante. Es solo suficiente con vivir tu vida y no hacerle daño a nadie. Jesús nos dice que esto no basta. Las piedras pueden hacer lo mismo. Solo existen y no se meten con nadie.
Conclución
Jesús nos enseña en esta parábola que debemos servir. Una vida sin servir es una que no tiene sentido. Para dejar huella en este mundo, hay que escribir un libro o plantar un árbol. Jesús no plantó árboles, ni siquiera escribió libros. Simplemente vino a servir. Así que la grandeza de una persona está en servir. Esto nos hace importantes. Jesús dijo que nuestra tarea no es esperar ser servidos, sino preocuparnos por tener un estilo de vida de servicio. Así que cualquiera que quiera ser el mayor, el más grande en el reino de Dios, deberá ser antes servidor de todos.
Debemos tomar el ejemplo de este samaritano, el ejemplo de Jesús, quien se humilló a sí mismo para atender nuestras propias necesidades. Sin importar quiénes somos o fuimos. No se si te gusta ahorrar dinero en el banco, pero cuando servimos a Dios y servimos a nuestros semejantes estamos invirtiendo ahorros para la eternidad. No ganamos el cielo con lo que hacemos. Pero añadimos riquezas espirituales, sabiendo que solo Cristo nos ofrece una vida eterna con él allá en el cielo. Es sólo por Cristo que podemos ir al cielo, y es solo por Cristo que podemos servir.
Nos dice la escritura que había un hombre que buscaba el agrado de Jesús, quien vino a él, haciéndole una pregunta en mente: ¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna? Puesto que Jesús conocía su necesidad de Dios, lo confronta y le contesta con otra pregunta: ¿Qué es lo que está escrito en la ley, qué es lo que has leído? Y aquel hombre, que conocía bien la ley, puesto que era un estudioso de la ley, sabía que aparte de amar a Dios con todo el corazón y con todas sus fuerzas, debía amar también su prójimo. Este hombre tenía la respuesta correcta, pero él no hacía lo que era correcto. Así que quería que Jesús lo aprobara por lo que sabía. Tal vez pensó que lo único importante era amar a Dios y no tener problemas con ninguna persona. Sin embargo, Jesús le dice que no es necesario solamente saber, sino demostrar con la vida. Así que tratando de justificarse, puesto que sabía que estaba mal, pregunta: Bueno, y ¿quién es mi prójimo?
Así que Jesús narró una historia:
Hace mucho tiempo una persona iba camino hacia Jericó. Era un día como otro cualquiera y sin duda que su propósito tendría que ver con su trabajo, o su familia. Pero yendo por el camino, este hombre fue sorprendido por ladrones, quienes no solo le robaron todo cuanto tenía, sino que lo golpearon de tal modo que lo dejaron tirado en aquel camino, casi muerto. Y allí estaba aquel hombre sin poder levantarse, gravemente herido, tirado en el camino.
Y este hombre trataba de reponerse, intentando una y otra vez levantarse, pero no podía, puesto que no tenía ya fuerzas. Y no había quien le ayudara. De repente pasó un servidor religioso, que tal vez tendría una reunión importante en el templo, y al verlo, pensando que no tenía nada que ver con aquel asunto, se pasó de largo. Mientras tanto, aquel hombre continuaba tirado y herido en el camino, sin poder levantarse.
Paso así mismo otro funcionario de la ley, quien al verlo, hizo lo mismo que el anterior. Estos dos hombres no querían tener nada que ver con lo que había pasado. No era asunto suyo. Tendrá que arreglárselas él solo. No era su culpa. Así que no hicieron nada.
Entonces aquel hombre, herido y sin fuerzas pensaba que tal vez quedaría muerto en aquel camino a causa de los golpes que aquellos ladrones le habían dado. Puesto que nadie le ayudaba.
Pero en aquel momento en que menos lo esperaba, pasó cabalgando un hombre a quien siempre había considerado su enemigo. Durante mucho tiempo, judíos y samaritanos se veían unos a otros como enemigos declarados. Y aquel samaritano no era como aquel judío, no pensaba como aquel judío, y a causa de ello trató de hacerle la vida difícil, de ignorarlo y de odiarlo simplemente por ser un samaritano.
Y cuando aquel judío miró que se acercaba el samaritano, pensó: Oh, Señor, ahora si que estoy acabado. Si los que eran mis amigos, aquellos que me conocen, me dieron la espalda, que puedo esperar yo de este hombre. Ahora si que aprovechará esta oportunidad y me destruirá.
Pero este hombre estaba muy equivocado. Pues, su enemigo declarado, bajó de su caballo. Se acercó preocupado a ver la condición de aquel judío y tuvo misericordia. Tenía motivos suficientes para dejar a un lado aquel hombre, ignorarlo como lo había hecho muchas veces con él mismo; pero hubo algo sorprendente en su corazón que le movió a servir a aquel judío. Tuvo misericordia. Y la mejor definición de misericordia, es precisamente amor inmerecido en acción. Este samaritano tenía motivos suficientes para sentir nada por aquel hombre, quizás solo pudo haber tenido lástima, solo buenas intenciones. Pero este hombre mostró amor. Estuvo dispuesto a servir a alguien que tal vez no lo merecía.
Y ¿qué fue lo que hizo?
Le lavó sus heridas. Un judío no podía siquiera saludar a un samaritano, ni tocarle. Mas este samaritano tomó su vino para limpiar sus heridas y le ungió con su aceite para calmar su dolor. Así que humanamente, bien pudo pensar que había hecho ya suficiente con ayudar a aquel judío. -Ya hice lo que pude, seguramente habrá alguien que lo ayude.
Mas este hombre lo subió también a su caballo y lo llevó hasta un mesón. Y que forma tan hermosa de servir. No lo metió en un cuarto y lo dejó allí para irse a descansar aparte, sino que toda aquella noche cuidó de él. Estuvo despierto al pendiente, procurando el bienestar de este judío. Seguramente este samaritano llegaría tarde a su trabajo o quizás hubo alguien en casa que se quedó preocupado por no haber llegado. Tal vez ni siquiera su familia estaría de acuerdo en servir a un judío. Pero este hombre tenía misericordia.
Al amanecer del día siguiente, antes de partir, no solo había ya pagado la estancia y el alimento, sino que además dio dinero al encargado para que lo cuidara con esmero, y aun si hacía falta algo más lo pagaría cuando él volviera.
Hay tres cosas que quiero que destaquemos de este relato:
1. Cada día es una oportunidad para servir.
Aquel samaritano no iba camino en busca de una persona a quien ayudar. El tomo su camino como cualquier día normal de trabajo de su vida cotidiana. El no caminaba pensando que era un buen día para cumplir con la buena obra del día de hoy. Simplemente atendió una oportunidad de servir.
Cada día tu y yo tenemos esta misma oportunidad. Tal vez piensas que esto signifique hacer algo grande en favor de los necesitados. Pero no se trata de eso. Cada día nos podemos ver en nuestro camino con personas que al igual que este judío tienen grandes necesidades. Cada día es una oportunidad de mostrar amor a los demás.
No tienes que ir precisamente a África o las Sierras. A tu alrededor hay gente que necesita consuelo, que necesita ánimos, que necesita una sonrisa, gente sola que necesita misericordia. Tal vez haya alguien que necesite algo que nosotros podemos proveerle, incluso hay gente que tan solo necesita alguien que le escuche, alguien que ore por ella. Cada día es una oportunidad de servir.
2. Servir implica salir de nuestra comodidad.
Una de las razones por las cuales a la gente hoy en día le resulta tan difícil servir es a causa de que no queremos cambiar nuestra comodidad.
Los líderes religiosos de esta parábola pensaron que sus ocupaciones eran más importantes que la oportunidad de servir a uno de los suyos. Servir a aquel judío implicaba tiempo, legar tarde a una reunión, cambiar su agenda. Pero esto no fue importante para el buen samaritano. No tomó como excusa sus múltiples ocupaciones, y ni siquiera los prejuicios sociales ni las diferencias culturales, ni religiosas. Aquel hombre estuvo dispuesto a ocupar de su tiempo, de su esfuerzo, de sus ocupaciones, incluso de sus propios recursos. Ante sus ojos aquel judío fue mas importante que su tiempo y su dinero.
Tal vez tu pienses que no tiene suficientes cosas para servir a alguien. Tal vez tu pienses que no es alguien importante para ayudar. Pero allí donde estás, quizás tu trabajo, quizás escuela, quizás en su vecindario, hay alguien que necesita de ti. Y no necesito precisamente dejar mi trabajo, no necesito dejar mi familia. Solamente necesito cambiar mi manera de ver las cosas y las personas. Pensar que esa persona es importante, igual que yo.
3. Servir nos hace grandes.
Uno de los mayores obstáculos con los que se vive hoy en día es el querer ser más que los demás. El pensamiento del mundo actual es que la grandeza de una persona consiste en que los demás nos sirvan. Si puedes pagar por ser servido se es alguien importante. Es solo suficiente con vivir tu vida y no hacerle daño a nadie. Jesús nos dice que esto no basta. Las piedras pueden hacer lo mismo. Solo existen y no se meten con nadie.
Conclución
Jesús nos enseña en esta parábola que debemos servir. Una vida sin servir es una que no tiene sentido. Para dejar huella en este mundo, hay que escribir un libro o plantar un árbol. Jesús no plantó árboles, ni siquiera escribió libros. Simplemente vino a servir. Así que la grandeza de una persona está en servir. Esto nos hace importantes. Jesús dijo que nuestra tarea no es esperar ser servidos, sino preocuparnos por tener un estilo de vida de servicio. Así que cualquiera que quiera ser el mayor, el más grande en el reino de Dios, deberá ser antes servidor de todos.
Debemos tomar el ejemplo de este samaritano, el ejemplo de Jesús, quien se humilló a sí mismo para atender nuestras propias necesidades. Sin importar quiénes somos o fuimos. No se si te gusta ahorrar dinero en el banco, pero cuando servimos a Dios y servimos a nuestros semejantes estamos invirtiendo ahorros para la eternidad. No ganamos el cielo con lo que hacemos. Pero añadimos riquezas espirituales, sabiendo que solo Cristo nos ofrece una vida eterna con él allá en el cielo. Es sólo por Cristo que podemos ir al cielo, y es solo por Cristo que podemos servir.
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Meditación en la Palabra: Pastor Pepe R. Castañeda
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